Adolescentes noctámbulos tecnófilos ¿cómo prevenir?
Se cierra la puerta del cuarto de hijo adolescente y en su territorio suelen regir sus reglas ¿Y qué suele pasar? Lo que hoy en el mundo se denomina “vamping”, acrónimo de vampiro y texting, es decir, un fenómeno que refiere a trasnochar con dispositivos tecnológicos.
Muchas de las consecuencias de estas conductas son las previsibles: falta de sueño y aumento del riesgo de insomnio. Si no duerme bien en casa, claramente el rendimiento en el colegio no va a ser el más satisfactorio, y ni hablar del mal humor: cansancio, irritabilidad y falta de concentración en los procesos de aprendizaje.
Este panorama es aún más complicado si los jóvenes van al colegio a la mañana y las horas de sueño se reducen a apenas tres, cuatro o cinco. En ocasiones, puede potenciar la adicción a estas tecnologías, problemas de vista, cefalea matinal o consecuencias tales como ansiedad, cambios bruscos de conducta o somnolencia diurna.
Entender el fenómeno
Es indispensable para los adultos comprender el por qué del “vamping”. Si sumamos el colegio, estudio y actividades extracurriculares que realizan los adolescentes hoy en día, la socialización suele quedar relegada al horario extraescolar y más que nunca de manera dinámica vía redes sociales. Además es un espacio, quizás el único del día, en el que tienen intimidad, sin control directo de los padres.
Por otro lado, está la cuestión del “pertenecer” y la necesidad de estar integrado en un grupo que, entre otras prácticas, se encuentra por la noche en Internet para compartir experiencias y charlar un rato. Hay roles sociales e identificación colectiva que tienen cierto peso específico en la lógica de relaciones entre los jóvenes.
Hábito cerebral
Los cambios hormonales producen alteraciones en la conducta, y la adolescencia ¡es un momento de revolución hormonal! Mucho de lo que ocurra en esta etapa va a marcar las características de sueño en el resto de la vida: a qué hora preferimos irnos a dormir o levantarnos. Estos hábitos de descanso se acentúan en la adolescencia y difícilmente cambien en la adultez.
La rutina de dormir no se rige por preferencias personales, sino a partir de nuestro ritmo biológico y específicamente por el hipotálamo cerebral, que se ocupa de regular la producción de enzimas y hormonas que participan en múltiples funciones y se adaptan una y otra vez a los cambios diarios o estacionales de luz o temperatura.
En esta cascada de acontecimientos neuro-transmisionales encontramos a la melatonina como actriz protagónica: ¿por qué?, porque interviene en la regulación de los ciclos de sueño y vigilia, ya que según el horario en que es segregada puede favorecer el descanso antes de la medianoche o demorarlo entrada la madrugada.
Cuando las células ganglionares fotosensibles que se encuentran en las retinas no reciben luz, el cerebro segrega melatonina para ayudar a conciliar el sueño, pero ¿qué ocurre si a centímetros de los ojos hay una pantalla? El cerebro detiene la segregación de la hormona y el sueño se posterga.
¿Qué podemos hacer para prevenir?
Como primera medida, la autocrítica. Si en casa los adultos usamos nuestros teléfonos celulares en espacios familiares, como por ejemplo durante la cena, posiblemente eso dificulte que haya una recepción positiva de los jóvenes a condicionar los dispositivos tecnológicos por la noche.
La Fundación Nacional del Sueño, una reconocida ONG de los Estados Unidos que promueve la comprensión pública del sueño y sus trastornos, brinda algunos tips más para tener un consumo responsable.
- Controlar y limitar el uso de dispositivos electrónicos y prohibirlos en situaciones tales como reuniones y comidas familiares.
- ¡No dormir con los aparatos! La luz de las pantallas y la recepción de mensajes o llamadas durante la noche pueden alterar el sueño.
¿Cómo lo ponemos en práctica? Podemos reservar un espacio de la casa para la carga de celulares y “estacionamiento” durante los momentos mencionados y ¡ojo! que eso debe correr para todos los integrantes de la familia.
Como padres entendamos el fenómeno e intentemos que las prohibiciones no sean sólo para los jóvenes, sino también con los adultos. Prediquemos con el ejemplo en los espacios familiares, que la rutina general va a ayudar a acomodar la rutina adolescente.